Este es un comentario crítico sobre la película Exam [2009], que contiene SPOILER.
Si no la has visto, desde el mouseion te recomendamos que la veas y luego, si te apetece, vuelve por aquí.
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Exam es una película llena de dobles significados. Al menos esa es la impresión mientras se está viendo. No es solo un gran puesto de trabajo lo que está en juego. Es una forma de vida, quizás el tan preciado billete hacia la felicidad. Pero, después de vista y pensada, no solo se alude a la ambición y la ética de cada uno, sino que podría leerse también como un manifiesto sobre la propia creación cinematográfica. Hay unos elementos básicos: espacio-tiempo (con las condiciones que marcan ese espacio y ese tiempo, que dicta el examinador), personajes, diálogo, interacción, luz y acción; elementos que se van a ir explorando a lo largo de la película. Incluyendo, como se ha dicho, a los propios personajes. Porque también algunos de ellos son claramente referencias metafílmicas.
Uno de los personajes principales es Blanco. Para empezar él es quien lleva la iniciativa y el que da nombre a todos los demás. Blanco es un personaje claramente prototípico: atrevido, faltón, egoísta, agresivo y carente de ningún tipo de empatía. Es un personaje que podría protagonizar cualquier película de espías, policíaca, o de acción hollywoodiense, pero está en el lugar equivocado, en la película equivocada, algo que deja bien claro el director más adelante. Ese es otro acierto de la película, no sólo su imprevisibilidad sino el juego atípico e inteligente que realiza con los personajes, o mejor dicho, con los roles que adoptan y los clichés que representan. Al descubrir, al final de la película, los requisitos que buscaban en los candidatos, el espectador descubre que Blanco estaba descalificado para el puesto (que no descualificado) casi desde el principio de la prueba, con lo cual toda esa iniciativa, esa acción impulsiva y falta de escrúpulos no le han servido para nada salvo para autoevidenciarse y fracasar.
Casi todos los otros personajes también encajan en clichés, desde quien después resulta ser el director, ese genio retraído, callado y que sufre bulling por parte del abusón de la clase pero que encierra un talento o capacidad inesperado; hasta Rubia, tan discreta y eficiente, personaje empático y compasivo que en cualquier otra película hubiese quedado relegada a un papel posiblemente secundario y con cierta debilidad, sin mucho más interés narrativo que un posible romance.
Otro personaje clásico es Negro. Se le presenta desde el principio como el bueno, casi en cada intervención que hace, siempre tratando de hacer lo más moralmente correcto. Lo primero que se ve de él es su cruz colgada al cuello. Este sería el típico personaje heroico, justo, empático y solidario al que también estamos acostumbrados, en contraposición del canalla chulo e imprevisible encarnado por Blanco. Lo curioso es que nos pintan a este último como un ser interesado y sin escrúpulos, que no duda en utilizar la violencia, pero sin embargo Negro, el que se supone el bueno, llegado el momento oportuno (es decir, el momento en que ya está suficientemente justificada la maldad del oponente) se revela como un personaje que utiliza los mismos métodos violentos y la misma falta de escrúpulos que Blanco. Es una lógica que suele utilizar Hollywood bastante a menudo, es decir, primero los malos son pintados como asesinos sin escrúpulos, y después los buenos asesinan, muchas veces a sangre fría y haciendo gala de una violencia desproporcionada, a los que ya se ha etiquetado de malos, siendo este acto de asesinato ya justificado y considerado como algo necesario, o incluso bueno.
Ambos son personajes jugosos y rentables en casi cualquier película, pero son batidos por otro menos llamativo, que pone de manifiesto que lo importante no es siempre hacer o decir cosas, sino también escuchar, pensar, empatizar; utilizar la inteligencia, tanto lógica como emocional.
El espacio-tiempo y las condiciones nos han sido dadas en los primeros cinco minutos de la película, por el enigmático examinador. Los personajes se encuentran de pronto allí encerrados y empiezan a dialogar. Esto nos sirve para terminar de perfilar los personajes e ir repartiendo nuestras simpatías. La interacción entre ellos deja paso a la exploración del entorno, empezando por la luz. La luz revelará la pregunta, piensan, y emplean mucho tiempo en manipularla. La luz es uno de los elementos base tanto de la fotografía como del cine, y debe elegirse cuidadosamente. En este momento de la película, los personajes parecen metidos en la mente del guionista tratando de descubrir en qué clase de película están, jugando además con la iluminación y el revelado. Es curioso que mucho tiempo después de tratar de modificar la luz descubren, por casualidad, (como tantos otros grandes descubrimientos) que ellos mismos pueden apagar o encender la luz sólo pidiéndolo en voz alta. La sala les escucha.
Muchísimas preguntas brotan a lo largo de la película, preguntas que van de lo teórico a lo práctico, de lo positivo (lo que se ve, lo que se ha dicho) a lo negativo (lo que no se ve, lo que no se ha dicho); de lo científico a lo filosófico, preguntas que sobrevuelan tanto los diálogos como los dilemas morales que se van sucediendo. Sin hacer de menos a la acción, esos momentos puntuales de lucha o tensión dramática parecen puntas de iceberg de una gran masa común que es la propia divagación colectiva que se va generando según avanzan los minutos y ellos en su intento de comprender a qué tipo de prueba se están enfrentando. Algunas partes concretas del diálogo son brillantes, como aquella en la que divagan sobre si es una misma pregunta para todos y en su caso si buscan una única respuesta o si cada uno podrá ofrecer una única respuesta personal, lo que les lleva a considerarse a sí mismos piezas de un juego, tratando de sacar partido de sus propias cualidades individuales.
Sólo al final todas las piezas encajan. Se intuye que algunos personajes efectivamente estaban, sin saberlo, siendo utilizados como generadores de la acción, con lo que sí eran sus cualidades (o defectos) parte de la prueba. Ellos mismos son las respuestas, como se dice en un momento dado, sin saber que su ambición o falta de ética también les descalificaba, y no sólo las normas que dicta el examinador.
Muchos de ellos luchan por un puesto, por unas condiciones de vida, pero olvidan lo que vendrá una vez lo consigan. El examen efectivamente es el final del proceso de selección, pero el inicio de una tarea mucho más ardua que merece todas esas pruebas. Todos los que se centran única y exclusivamente en hacer lo que sea necesario para conseguir el premio, pasando por encima de los demás durante esos ochenta minutos, se olvidan de alguna forma de lo que pasará una vez terminen, algo con lo que tendrán que enfrentarse en el propio trabajo, puesto que el candidato debe ser alguien que no sólo mire por los 40 o 50 años que va a vivir como asistente, sino en lo que va a colaborar a crear, y el legado que dejará al mundo una vez termine su labor. Se busca el bien mayor, no el mayor beneficio, algo que requiere mucha vocación de ayuda y conciencia social y poca avaricia o ambición particular. Hablan de un virus, que no sabemos cuál es ni nos hace falta, para eso está la ficción; y ficciones como esta no sólo nos entretienen durante 100 minutos, sino que nos dejan algo en lo que pensar durante un tiempo indefinido.
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