Con esta visión, de quien vive en un "país libre", [término que también cabría analizar], nos parece increíble, en el sentido literal de la palabra, que tantas veces en la historia, no ya la historia pretérita, sino pongamos la historia reciente, la del último siglo, el poder haya sucumbido a los designios de una persona o un grupo reducido de personas, con capacidad para mantener a millones bajo un yugo autoritario de obediencia absoluta y terror. Uno llega a preguntarse cómo reaccionaria, cómo sería su vida en un infierno así. Cómo podría aguantar ese régimen año tras año. Cómo no rebelarse, o volverse loco.
Georges Orwell imaginó un lugar así, en un futuro relativamente cercano, a treinta años vista aproximadamente, situó un estado totalitario, controlado compulsivamente y hasta lo más nimio por "el Partido", invadido de telepantallas, en un Gran Hermano del terror, en que nada puede ser hecho o dicho sin que el Partido lo vea, lo escuche, y lo reprenda, siendo el castigo la tortura y la muerte. En medio de esta distopía, nos sitúa el personaje de Winston, un pobre hombre, que podría ser cualquiera de nosotros, que lleva, casi desde que tiene memoria, viviendo en esa situación. Por supuesto el Partido tiene un manejo abrasivo de la información, manipulándola hasta puntos inconcebibles, desde el llamado "Ministerio de la Verdad", en el que trabaja Winston.
Lo que más le llama la atención es la posibilidad de cambiar el pasado.
El Partido no hace más que legitimarse en base a lo que ellos mismos dicen que era el pasado, algo que cada vez es más difícil de saber. Un fragmento más que elocuente sobre esa manipulación, aquí.
Lo que más le llama la atención es la posibilidad de cambiar el pasado.
El Partido no hace más que legitimarse en base a lo que ellos mismos dicen que era el pasado, algo que cada vez es más difícil de saber. Un fragmento más que elocuente sobre esa manipulación, aquí.
No sólo se manipula el pasado, el Partido manipula y controla a todos sus miembros, dejando a los proles, la mayoría de la población, viviendo prácticamente como si fueran ganado. Todos los aspectos de la vida son controlados y manipulados. El propio lenguaje [he ahí la clave], está siendo reformulado, en lo que ellos llaman la neolengua, como ellos mismos dicen, la única lengua que decrece en cada nueva edición del diccionario: se suplantan palabras que pudieran tener matices, por puros antónimos, como si fueran números, y para colmo la mayoría de las palabras significan algo positiva o negativamente diferente aplicadas a un enemigo o a un miembro del Partido.
Porque los enemigos son un elemento fundamental para la perpetuación del régimen.
La guerra, la guerra como constante destructiva del excedente de producción que no se quiere destinar a un sistema más igualitario y justo, la guerra y el miedo como perpetuación de los esquemas de poder, como justificación del hambre, de la desigualdad, de la muerte. Uno de los grandes aciertos de la obra, no sólo como recurso escenográfico, sino también como un recurso narrativo propiamente, presente en infinidad de situaciones y lugares diferentes, son lo que llaman las telepantallas. Son como monitores de televisión pero con recepción de la señal en ambos sentidos, por lo que uno puede ser observado a través de ella sin saberlo. Y gran parte de esa intimidación, de esa permanente sensación de estar siendo controlado, viene también de no saber nunca si hay alguien mirando cada cosa que haces, y de ser así, quién, y qué repercusiones podrá tener. Winston se imagina multitud de veces que le pillan, y vienen a por él, y puede que eso mismo sea lo que en parte le hace tener ese deseo de rebelión.
Escrito con una prosa absorbente, desde la primera página, y repleto de paradojas y paralelismos que despertarán las más inusitadas reflexiones del lector, desde el mouseion queremos recomendar 1984, para todos aquellos que todavía no lo hayan leído, y para los que lo leyeron hace mucho tiempo [como es mi caso], también.
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