Hace un par de años llegué a un libro (porque los libros, especialmente los de poesía, no se compran, si no que llegan a nosotros o nosotros a ellos, tras haber dado naturalmente los pasos adecuados, a veces pasos al interior de una librería, a veces rondando cierto estante en casa de algún amigo, o a veces nos sorprenden por la vida de improviso) que sin saberlo había estado buscando. Quizás, incluso, era algo que necesitaba, sin ser consciente de ello, hasta que lo tuve en las manos y lo empecé a ojear (o, en este caso, hojear).
Por qué lo necesitaba quizá es un asunto algo más personal, pero digamos que estaba en uno de esos momentos de debilidad, de duelo por algún tipo de pérdida, llegando en ciertos momentos al desconsuelo. Ese tipo de estado del alma que sólo empieza a sanar con unos versos, a veces solo unos y no otros, en el buen caso de que te encuentre el poemario adecuado. Y eso me ocurrió, con una humilde antología de Efraín Huerta. Una pequeña antología, muy fina, en una gran librería. Reposaba allí, con toda su modestia, casi escondida entre gigantes, sabiendo, quizá, que por fin había venido a buscarla. Que la llevaría conmigo a casa y compartiríamos algunas tardes. Lo que no podía prever es que ese solo sería el principio del viaje, puesto que ha venido conmigo a diversos lugares, hemos viajado juntas y separadas para volver a reunirnos después, y ahora aquí estamos las dos en Buenos Aires. Tanto tiempo después los poemas me dicen cosas diferentes, claro. Pero me siguen hablando. Me dicen cosas nuevas en versos viejos que antes estaban mudos y ahora toman la palabra. Se hacen oír. Resuenan con nueva voz. Se añaden coros a las voces que ya sonaban y me hacían sonreír con determinadas asociaciones, armonías, metáforas, imágenes que se superponen en la lectura y en mis recuerdos. Poesía pura, vaya.
Haciendo justicia a los poemas que quizá más me ayudaron en aquel momento, y más me impresionaron y consolaron por la misma razón, reproduzco aquí el "Primer Canto de Abandono". Es el primero de cuatro, si a alguien interesa leer los otros tres, los dejo aquí, como un regalo para quien los pueda necesitar ahora (en ese gran ahora que todo lo comprende en la inmediatez de internet, sea cuando sea ese momento).
Feliz Día Mundial de la Poesía.
PRIMER CANTO DE ABANDONO
I
Si mi voz fuese nube, ira o silencio
crecido con el llanto y el amor;
si fuese luz, o solamente ave
con las alas cargadas de tristeza;
si el silencio viniese, si la muerte...
¿Adónde ir con ella, iluminada
con fuego de gemidos y caricias
y gérmenes de mustias esperanzas?
Y una voz inhumana:
―Donde no existan lágrimas de odio
ni pantanos con rosas y claveles.
Mi voz en la saliva del olvido,
como pez en un agua de naufragio.
II
(Pero yo amo el abandono por violeta y callado.
Amo tu entrada al invierno sin mi cuerpo,
admiro tu fealdad de dalia negra dolorida,
adoro con ceguera tu pasión por la lluvia
y el encanto de tus narices frías,
amada razonable y sencilla).
III
Ya mi voz no suplica ni lastima
como la vieja música del mar
a los marinos tímidos y al cielo.
Si pudiera la haría tan suave
como fino suspiro de muchacha,
como brillo de dientes o poema.
Oh, voz del abandono sin sollozos:
oh, mi voz como luz desordenada,
como gladiola fúnebre.
Ella hace el canto primero del abandono
en lo alto de risibles templos,
en las manos vacías de millones de hombres,
en las habitaciones donde el deseo es lodo
y el desprecio un pan de cada noche.
Ella es mi propio secreto,
lo invisible de mí mismo: mi conducta
en la carne de los jardines, en el alma de las playas
cuando hacia ellas voy con las manos cantando.
Mi voz es el resumen de todos los insomnios:
mi adolescencia mediocre y sencilla
como una ceniza palpitante.
No lloraría por mi ternura finalmente enterrada
ni por un sueño herido sentiría fina tristeza,
pero sí por mi voz oculta para siempre,
mi voz como una perla abandonada.
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