Este verano [2013], se podía visitar en Madrid una muestra del artista conceptual Cildo Meireles en los jardines del Retiro. Ubicada en el Palacio de Velázquez, la entrada era gratuita y sus visitantes, en su gran mayoría, desprevenidos paseantes, turistas y familias.
Uno nunca sabe lo que se puede encontrar en el Buen Retiro.
Cildo Meireles [Río de Janeiro, 1948] se hizo popular en los años 70 por su proyecto 'Inserciones en circuitos ideológicos', en los que aprovechaba materiales en circulación para poner sus mensajes. Así, reflexiona sobre los propios lugares de reflexión o creación artística en contraposición con los objetos cotidianos que nos rodean y de los que constantemente estamos recibiendo información. Uno de estos materiales fueron las botellas de Coca Cola, que en aquel momento tenían, como otros países, una política de reutilización de los cascos de las botellas. Así plasmó mensajes que podríamos tildar de subversivos en las propias botellas, en letras blancas. Al estar la botella vacía, pasaban desapercibidos y volvían a entrar en el curso de la distribución, y al llenarse, podían verse claramente mensajes como Yankees go home, Cuál es el lugar del arte? o una explicación de cómo hacer un cóctel molotov.
En este mismo proyecto, Meireles también plasmó sus mensajes en billetes de dollar, con mensajes como, de nuevo Yankees go home o sus populares billetes de Zero Dollar con la cara del Tío Sam. Hay que recordar que entonces Brasil estaba en una dictadura militar cuyo golpe de estado fue apoyado por Estados Unidos. Varios ejemplares de este proyecto pueden observarse en la exposición.
Pero hay mucho más...
Lo primero que vería cualquier espectador que se adentrara en el Palacio de Velázquez es esto:
Toda una invitación. Difícil resistirse a pasear por este embarcadero y participar de lo que se nos ofrece. El mar está hecho con libros abiertos ilustrados con imágenes del mar, con lo que se crea una ondulación de gran efecto visual. Pasan miles de personas todos los días: se suben, se hacen fotos, observan un rato, casi siempre con una ligera sonrisa, y se van. Algunos incluso se sientan un rato, con los pies colgando.
Un buen día, apareció un intruso en este mar de libros:
un barquito de papel.
No quiero con esto animar a que la gente tire cosas en las obras pero, ¿un barquito de papel?
Me pareció, sencillamente, brillante. Casi lo mejor que le podía haber pasado a este mar de libros, en el que además parecía a punto de naufragar.
La exposición no tiene un recorrido establecido y así los visitantes, ya relajados después del Marulho, se mueven relajados por el espacio, pero esta calma no suele durar mucho. Y es que después de este golpe de efecto, el artista parece decidido a ponernos a prueba.
Si camináramos hacia la derecha, nos toparíamos de frente con la obra Olvido. Se trata de un tipi americano hecho con billetes de países americanos, rodeado de tres toneladas de huesos y cerrado por un muro de velas. La imagen es tan potente que cualquier descripción parece quedar corta. De hecho, esta obra desprende un cierto olor algo desagradable, pero al divisarla y acercarse a ella [algo inevitable], parece olvidarse por completo los demás sentidos y quedar absortos en una contemplación de lo insólito que suscita una cierta reflexión. Aunque, si la imagen ya era suficientemente tétrica, al aproximarse un murmullo de motosierras completa la visión de todo un monumento funerario, desde las raíces más primitivas, en honor de la avaricia. Y una referencia más que elocuente a la historia americana.
Un poco más escondida se hallaba la obra Amerikkka, que constituye otra invitación pero esta vez menos atractiva. Sobre el suelo hay una plataforma hecha por cientos de huevos de madera, sobre los que el visitante puede caminar una vez descalzado, para descubrir inmediatamente que es realmente incómodo y que no puede moverse con fluidez. Pero es que si mira hacia arriba descubrirá aterrorizado cómo penden de una plataforma sobre su cabeza miles de balas. Es angustioso, pero hay que reconocerle a Cildo la extraordinaria capacidad de crear sensaciones en el espectador.
En cambio si te diriges a la izquierda, probáblemente lo primero que llamará tu atención es Fio, un montón gigante de paja, rodeado por finas líneas de hilo de oro. La primera impresión no es demasiado atractiva, un montón de paja en un museo, un chiste repetido. Sólo al acercarte a la cartela te enteras de que además, hay una aguja de oro dentro del montón. Oye, cómo cambia la mirada. La gente se puede quedar escudriñando la paja un buen rato, tratando de descubrir la preciada aguja, lo cual no negaré que yo hice también. De nuevo aceptando la invitación. Pero es más que eso. Es tratar de llamar nuestra atención en los lugares más insospechados. Y al mismo tiempo, ofrecernos el escenario perfecto para que nosotros mismos reparemos en las cosas que llaman nuestra atención y porqué. Son metáforas hechas materia, con las que nos plantea cuestiones paradójicas.
A Cildo parece gustarle esto de cambiar la mirada sobre un objeto cotidiano, o aparentemente irrelevante. Ejemplo de esto son las Esquinas [portátiles], las escaleras de Espacios Virtuales, los palés con clavos de oro o las cajas, que utiliza para propiciar encuentros de elementos extraños. También quiso jugar con la famosa Base del Mundo [Socle du Monde], de Piero Manzoli [1961] y, en un afán de rizar el rizo, hacer el pino sobre esa caja para convertirse en un improvisado gigante Atlas para sostener el mundo, que paradójicamente, pesará lo mismo que su propio cuerpo.
Otro elemento que es muy usado en sus obras, y que [como no podía ser de otra manera] le da mucho juego, es el dinero. De hecho, suele ser lo que más rompe y atrae la atención del espectador. Y como decía, para ponernos a prueba. No falta el pedestal con el fajo de billetes, ahí al alcance de la mano.
Y es que le gusta ponernos a prueba, por ello parece necesario ver sus obras con cierta inocencia, para que la sorpresa sea efectiva y natural. Por ello, si tienes la oportunidad de ir a ver alguna exposición suya y experimentar las obras tú mismo, te recomendamos que dejes de leer.
[SPOILER]
Por que las obras que quedan por comentar son esas que hay que experimentar, toparse con ellas desprevenidos y dejar que nuestras propias reacciones nos sorprendan. Las cuento aqui para quien no las vaya a ver.
Pasando por detrás de Olvido, entramos en un pasillo con dos cortinas. Se trata de una curiosa Ocasión. Al cruzar la primera nos encontramos en una sala con tres espejos gigantes y en el centro un gran recipiente lleno de dinero. El dinero no está protegido de ninguna forma, no hay una urna ni cristal que nos prohíba tocarlo, cogerlo, o echar. Al salir de la habitación y entrar en la siguiente, comprobamos que uno de los espejos es en realidad una ventana, y así podemos observar, sin ser vistos, lo que hacen los desprevenidos visitantes ante la tentación del dinero, cuando creen que nadie les ve.
Por último pero no menos importante queda hablar de la obra que probáblemente es la más chocante y más comentada de la exposición: Abajur. El visitante debe subir unas escaleras y cruzar una cortina, para quedarse perplejo ante el espectáculo que le espera. Lo primero que ve es una dinamo de grandes dimensiones, encendida con un paisaje marino y gaviotas. Una segunda e inmediata mirada hacia abajo le revela la fuerza que hace que la gran lámpara funcione: cuatro muchachos, vestidos de blanco que dan vueltas empujando unas barras que salen de la parte inferior de la dinamo, dándole así energía. La asociación es inmediata: son esclavos. Ellos dan vueltas y vueltas, sin parar, y de vez en cuando miran hacia arriba, hacia quienes les observan desde la barandilla, con mirada algo desafiante. La sensación es ciertamente desagradable, por muy bonito que fuese el paisaje que poco a poco va pasando frente a los ojos del visitante. Paisaje que también incluye un barco [que hace las delicias de los más niños, y no me refiero necesariamente a los más niños] y unos sonidos de gaviotas que acompañan todo el conjunto.
Miles de reacciones diferentes se han podido ver en esta obra. Desde quienes, impasibles, obvian todo lo que ocurre en la parte inferior y pretenden sentarse a ver la dinamo como si fuera una película, mostrando así una escasa sensibilidad, hasta quienes salen escandalizados y preguntan al personal por las condiciones de trabajo de esos pobres muchachos, para tranquilizarse seguramente, hasta quien intenta establecer contacto con ellos o espera hasta el final para dedicarles un sentido aplauso.
Desde luego es una exposición para dejarse llevar y aceptar las invitaciones del artista, que no nos defrudarán, aunque a veces la sensación que nos deje no sea bonita, o exactamente agradable, pero deja en nosotros una reflexión, un extraño testimonio de situaciones y, sobretodo, nuestra reacción ante ellas, que es lo que al final recuerda el visitante. Es lo que me gustaría poder esperar al entrar en cualquier museo de arte contemporáneo, aunque es innegable el poder añadido que le da el estar en una dependencia en el Retiro, donde la gente se pasea sin esperar una sorpresa así.
Mouseion es una palabra griega que designaba el santuario consagrado a las musas. Con el tiempo, en el helenismo, acabará asociándose a los lugares donde se recibe la inspiración, refiriéndose a un tipo particular de villa reservada para las charlas filosóficas.
El mouseion quiere recoger ese espíritu de encuentro y convertirse en un lugar de reflexión y crítica de las artes contemporáneas.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Cildo Meireles y el arte del concepto
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